El manantial de cristal by Naomi Baltuck & Deborah Baltuck

El manantial de cristal by Naomi Baltuck & Deborah Baltuck

autor:Naomi Baltuck & Deborah Baltuck
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Histórico, Novela
publicado: 2017-04-02T22:00:00+00:00


22

Todavía había tanta oscuridad que la primera luz tenue del alba no atravesaba las paredes endebles y llenas de grietas de su choza. Aldyth, que escuchaba el sonido regular de la respiración de su madrina dormida, se consideró muy lista: decidida a salir temprano, había bebido antes de acostarse toda el agua que había podido tragar, de tal modo que las necesidades naturales la despertarían con toda seguridad.

La noche anterior, Sirona y ella no habían tenido ocasión de comentar la agresión que había sufrido, porque Mildburh y Edith se habían quedado hasta muy tarde. Después, ella se había acostado antes de que Sirona pudiera interrogarla más a fondo. Ya habría tiempo de hablar después de que ella volviera de casa de Bedwyn. La inquietaba salir sola, pero razonaba que la otra vez la habían pillado desprevenida; ahora estaría alerta y tendría a mano su cuchillo de cavar. Era imprescindible que hiciera que se marchara Bedwyn, rápidamente y para siempre; pero, antes, tenían que hablar con franqueza, sin testigos ante los cuales Bedwyn se sintiera impulsado a fanfarronear, para que pudiera hacerle comprender sus motivos de tal modo que curase su orgullo herido. Es posible que él se sintiera aliviado, incluso, al verse eximido de una promesa hecha con precipitación.

Desde el momento en que Aldyth salió de la casa, su alborozo por haberse escapado se convirtió en aprensión. Cuando se acercó a la fuente, surgió una sombra de entre la neblina del alba. Ella, blandiendo su cuchillo de cavar, advirtió:

—¡No te acerques más! ¡Estoy armada!

—Me rindo —dijo una voz familiar.

—¡Gandulf! ¡No te acerques así por sorpresa a la gente! —lo riñó ella.

—Nunca te había visto tan asustadiza, Aldyth —dijo él con tono acusador—. Es porque sabes que no deberías salir sola.

—¿Cuánto tiempo has estado esperando aquí para decirme eso?

—El suficiente para que me alegre de poder desentumecerme.

Gandulf no había vuelto a su casa después de salir de la abadía la noche anterior. Todavía estaba demasiado enfadado, y quería asegurarse de ver a Aldyth una vez más mientras fuera libre todavía.

—¿Dónde vamos? —le preguntó.

Aldyth, en vez de perder tiempo discutiendo, decidió aceptar su escolta y escabullirse hacia la casa de Bedwyn en cuanto hubieran regresado.

—Muy bien, San Cristóbal —dijo con irritación, pues él había echado a rodar todo el plan que ella había trazado con tanto cuidado—. Puedes acompañarme a la colina de las Hadas.

—Con mucho gusto —dijo Gandulf con alivio, aunque algo sorprendido de que ella hubiera aceptado con tanta facilidad. Recogió a Cátedra de entre la maleza donde ésta esperaba adormilada, se montó en la yegua baya y levantó a Aldyth para montarla a la grupa. Ésta estaba todavía demasiado enfadada como para rodearlo con los brazos, pero él llevó las manos atrás, la cogió de las muñecas y las ciñó alrededor de su cintura. Ella retiró los brazos, malhumorada. Él, cogiéndole las muñecas con firmeza una vez más, dijo, como quien da una explicación a un niño desobediente:

—No te voy a proteger de los bandoleros para que te caigas de cabeza, por muy dura que la tengas.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.